EDITORIAL

Solemos escuchar que el mundo del trabajo ha cambiado de forma sideral desde que en 1848 fuera publicado El Manifiesto Comunista. También leemos con frecuencia que las revoluciones tecnológicas amenazan ciertas áreas de trabajo mientras abren oportunidades: desde la revolución industrial hasta el auge de la inteligencia artificial, pareciera ser que los y las trabajadoras están frente a constantes cambios que los obligan a adaptarse o caer en el desempleo. Frente a los continuos cambios sobreviven, sin embargo, algunas constantes: las fuerzas creadoras de riqueza y tecnología siguen proviniendo de las mayorías populares de diferentes latitudes, mientras que la apropiación y administración de esos recursos persiste como un privilegio de pocos. La reivindicación de los derechos de las mayorías trabajadoras también ha sido una constante, ya sea en forma de autoprotección o de emancipación, presente en toda clase de manifiestos, estudios y proclamas. Menos permanente han sido los enfoques internacionalistas, sumergidos cuando nacionalismos y corporativismos cobran protagonismo y olvidan que, ya en el año 1848 del icónico “!trabajadores del mundo, uníos!”, el capital atravesaba continentes y los barcos de grandes inversionistas cargaban esclavos.

Las aceleraciones y transformaciones que trajeron los siglos XX y XXI obligan sin embargo a revalorizar la fraternidad y el trabajo conjunto: actualmente millones de trabajadores están en movimiento y enfrentando a diario condiciones de trabajo y de estadía precarias, y la competencia entre pares nacionales e internacionales. Sabemos que estas tensiones debilitan la acción colectiva y empeoran las condiciones de negociación de todas las fuerzas trabajadoras, mientras que las minorías, en especial aquellas financieras, continúan deslocalizando economías y empobreciendo territorios en cada país del mundo. Allí, la migración forzada o voluntaria suele emerger como único horizonte: ¿Qué podemos esperar entonces de un mundo en que los capitales no conocen fronteras mientras que las fuerzas trabajadoras enfrentan controles migratorios y condiciones laborales cada vez más duras? ¿Cómo actuar cuando se agiliza el tránsito pero se acentúa la pauperización de las mayorías? En un escenario con cadenas de valor globales y venta de dispositivos “diseñados en EEUU y fabricados en China”, con insumos provenientes de todo el mundo, ¿No se hace más relevante que nunca reconocerse como trabajadores y trabajadoras?

Revista Internacional,el medio de comunicación levantado por el Frente de Trabajadores y Trabajadoras del Territorio Internacional de Convergencia Social, entrega una mirada global sobre los desafíos y problemas del mundo del trabajo, pero también sobre sus luchas y logros, teniendo como horizonte el reforzamiento de los asuntos que nos unen en la batalla contra la precarización global, y respetando siempre la pertinencia territorial y cultural de las demandas de cada pueblo. También esperamos ser un espacio plural para proponer soluciones a los problemas que enfrentamos, y que permita revitalizar la discusión política en los espacios que construyen quienes nos leen: no importa si es un partido político, un sindicato, un club social o un voluntariado, necesitamos volver a relevar la importancia del internacionalismo en todas partes.

Esperamos que RevistaInternacional pueda transformarse en una piedra del puente que debemos construir, entre trabajadores y trabajadoras de todo el mundo, para hacer realidad las palabras de Albert Parsons, uno de los mártires de la revuelta de Chicago en 1886 que dio origen a las conmemoraciones del 1 de mayo :

Soy internacionalista. Mi patriotismo va más allá de las líneas fronterizas de un Estado; el mundo es mi país y toda la humanidad son mis compatriotas. (…) Los trabajadores no tienen un país. En todas las tierras son desheredados, (…) dependientes asalariados de los ricos en cada lugar. En todas partes son parias sociales, sin casa ni país. Como crean la riqueza, así también libran todas las batallas, no para ellos mismos si no para sus patrones. Pero hay un fin para esta autodegradación. En el futuro, el trabajo peleará solo en su propia defensa, y trabajará para él mismo y no para otros.”